lunes, octubre 17, 2016

Herminia Brumana

PRINCIPIOS DEL xx

Herminia Brumana La autorrealización de la mujer
 FUENTE http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/argentina/brumana.htm


 Ya a partir de Cabezas de mujeres Herminia Brumana había logrado integrar una temática y focalizar su destinataria predilecta: Cabezas... es un libro sobre la mujer dirigido a las mujeres. En él, con breves pinceladas, comienza presentando distintos tipos de mujeres de su pueblo. Construye diversos estereotipos (la maestra, la mancillada, la trabajadora, la socialista, etc.) para cuestionar lo que en ellas ve de inautenticidad, de formulismo social, de insatisfacción. Es precisamente este aspecto el que da paso al desarrollo de tres historias un poco más extensas bajo el título de “Las cobardes”. Estas son las mujeres que se resignan a vivir una vida que no es la que soñaron, y por resignación enfermiza, terminan trasladando sus frustraciones a los hijos que, igualmente, luego son cobardes y resignados. Estas historias le permiten centrarse en la inutilidad del dolor y el sacrificio y en la necesidad de autoafirmación de la mujer. Aquella que no lleva la vida que desea debe alzar su voz de protesta, no a los otros (los gobiernos, los hombres, los padres) sino a sí misma para ser justa, es decir, obrar de acuerdo con la propia conciencia, sin mirar atrás y pasando hasta por sobre los que caigan en el camino pues “justa contigo misma -le dice a la lectora- lo serás con los otros” (1923: 46). De la misma manera que es condenada la mujer mezquina que vive para la apariencia social pueblerina o para su sola frivolidad y comodidad (cfr. 1923: 59 y ss.), lo es aquélla que en el supuesto sacrificio no hace otra cosa que encubrir su debilidad e incapacidad para luchar por su felicidad (cfr. 1923: 48). El más terrible de los sacrilegios es condenarse por miedo a vivir sin amor, casarse violentando la propia conciencia: “culpa es todo aquello que se hace en contra de la conciencia y la voluntad de uno” (1923: 57). Es por ello que son dignas de reconocimiento aquellas mujeres que logran vencer, separándose del marido, la mayor de las inmoralidades: una vida a base de ficción, en la que se soporta y se hace soportar a los hijos a un hombre que por sus actos y sus maneras de ser, sólo puede inspirar rechazo; ellas logran vencer “con audacia serena, con la audacia serena de los felices” (1923: 56). Esta felicidad se logra, entonces, no por las imposiciones sociales, sino en el amor, y su exaltación, aún cuando entienda al amor como entrega, no implica sacrificio. El resguardo de la propia identidad es una condición que queda registrada en “Nadie la quiso bien” (1931: 134-138) donde relata la historia de una mujer que, marcada como “amorosa” desde su nacimiento, destinada a amar, termina prostituyéndose y luego suicidándose, precisamente por no preservarse como ser humano. En este camino de autorrealización la mujer debe conquistar y dignificar su lugar, con lo que a la vez sirve a la sociedad. La mujeres, por ser mujeres, no son mejores, sino que si no realizan altos ideales, si se dejan llevar por la superficialidad y los instintos, son poca cosa (cfr. 1931: 140-147). Es por esto que, en Cartas a las mujeres argentinas, bajo la forma epistolar (recurso por medio del que parece buscar un acercamiento fraternal entre la escritora y supuestas lectoras que la consultan sobre variados temas) Herminia Brumana en ningún momento cae en complicidades o condescendencias sino, más bien, desde la posición de mujer esclarecida, no escatima críticas ni desenmascaramientos de modo de arrimar ideas para la superación de sus hermanas de género (y tal vez para marcar un lugar propio de avanzada). Estas Cartas..., algunas de las cuales adquieren el tono del consultorio sentimental, no obstante, están destinadas a hacer de las mujeres argentinas motor de transformación social. Las mujeres, “si realmente tienen interés de ser, [...] necesitarán cierto esfuerzo para lograrlo” (1936: 269), deben formarse moralmente superando la frivolidad de su época, por ejemplo, a través de la lectura, “no para matar la hora sino para fecundarla” (1936: 269). La mujer no es un adorno, tiene una misión que cumplir; triunfar en la vida no es lograr éxitos sociales sino ser útil prodigándose (cfr. 1936: 279-282). En este camino de mejoramiento le indicaba a la mujer educarse pero no restringiéndose a lo que la convención establecía: limitándose al mal piano y a las labores, la niña de mediana posición “olvidaba aquella otra labor: el cerebro femenino” (1936: 64).

1 Comments:

Blogger Genín dice...

:)
Besos y salud

1:46 p.m.  

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